Ciruelas y Uvas Encurtidas

 Ingredientes: 2 kg de ciruelas de otoño con pulpa más firme (brumarii) 1 kg de uvas Hamburg grandes (blancas y negras) 300 g de azúcar 1 cucharadita de canela molida 300 ml de vinagre 4-5 clavos enteros 10-15 granos de pimienta 1 l de agua 1 cucharadita de ácido salicílico o polvo conservante

Lavamos cuidadosamente las ciruelas, asegurándonos de eliminar cualquier impureza o residuo de pesticidas, ya que son frutas delicadas que retienen mejor su sabor natural cuando están limpias. Desprendemos las uvas del racimo, teniendo cuidado de seleccionar solo las uvas sanas y bien maduras. Después de terminar de lavar tanto las ciruelas como las uvas, dejamos que las frutas escurran para eliminar el exceso de agua, un paso esencial para asegurar una conservación adecuada.

Colocamos cuidadosamente las ciruelas y las uvas en tarros, asegurándonos de organizarlas uniformemente para beneficiarnos de un jarabe bien distribuido. En una olla grande, llevamos a ebullición un litro de agua, al que añadimos 300 ml de vinagre, que añadirá una nota agradable de acidez, equilibrando la dulzura de las frutas. Después de llevar el agua y el vinagre a ebullición, añadimos 300 g de azúcar, removiendo constantemente para asegurarnos de que se disuelva completamente.

Para intensificar los sabores del jarabe, añadimos unos clavos, una pizca de canela, que proporcionará una nota cálida y reconfortante, y unos granos de pimienta, que añadirán un sabor sorprendente y picante. Dejamos hervir esta mezcla durante 2-3 minutos, para que los sabores se combinen armoniosamente. Finalmente, añadimos una cucharadita de ácido salicílico, un conservante natural que ayudará a mantener las frutas frescas durante mucho tiempo.

Con mucho cuidado, vertemos el jarabe caliente sobre las frutas dispuestas en los tarros, asegurándonos de que cada pieza de ciruela y uva esté bien cubierta. Cerramos inmediatamente los tarros con las tapas, para evitar la infiltración de aire que podría comprometer la conservación. Colocamos los tarros en un vapor seco, cubriéndolos con mantas o toallas, para mantenerlos calientes hasta el día siguiente.

Después de que los tarros se hayan enfriado completamente, podemos transferirlos a nuestra despensa, donde esperarán pacientemente los largos días de invierno, proporcionándonos un delicioso refrigerio. Estas frutas conservadas combinan perfectamente con varias carnes, ya sean frías o calientes, aportando un toque de dulzura y sabor a cada comida. De esta manera, podemos disfrutar del sabor del verano incluso en los días más fríos del año.

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