Mi Caldo de Tomate

 Ingredientes: 5 kg de tomates 1 1/2 cucharadas de sal (más o menos - depende de cuán salada sea la sal que uses) 2 cucharadas de azúcar (quizás más - depende de tu gusto) hojas de apio 3-4 hojas de albahaca 2 pimientos

Elegí los tomates más hermosos y jugosos, con una textura perfecta, que prometían convertirse en un delicioso caldo. Los lavé cuidadosamente para eliminar cualquier impureza y los corté en cuartos, exponiendo así su núcleo lleno de sabor. Los coloqué con cuidado en la olla donde iban a hervir, preparándome para esta aventura culinaria. Para acelerar el proceso de cocción y obtener un caldo más concentrado, aplasté los tomates con las manos, dejando que su rico jugo se mezclara con los sabores que añadiría más tarde.

Agregué el levístico fresco y la albahaca, cuyo aroma enriquecería el plato, e incluí los pimientos cortados en cuartos, limpios de corazones y semillas, aportando una nota de dulzura y un poco de picante. Puse la olla a fuego lento, dejando que los ingredientes hirvieran lentamente para permitir que los sabores se desarrollaran completamente. Las pieles de los tomates comenzaron a despegarse y torcerse, señal de que todo iba por buen camino. Después de unos 20 minutos de ebullición, noté que los tomates estaban completamente cocidos y el jugo comenzó a evaporarse, concentrando los sabores.

Después de sacar la olla del fuego, era el momento de separar la pulpa de las pieles. Vertí la mezcla en un colador, usando una cuchara para triturar todo bien, de modo que pudiera obtener un puré fino, lleno de esencia. Esta etapa es crucial, ya que la textura del caldo depende de cuánto logremos extraer el jugo y la pulpa de los tomates. Después de obtener un puré homogéneo, lo transferí a otra olla y herví la mezcla durante otros 5 minutos para concentrarla aún más.

Al final, sazoné el caldo con sal y un poco de azúcar, ajustando el sabor para lograr el equilibrio perfecto entre acidez y dulzura. Volví a probar, asegurándome de que el sabor era exactamente lo que buscaba. Una vez que todo estuvo listo, comencé a llenar las botellas con el caldo aromático, teniendo cuidado de dejar un poco de espacio en cada botella para la expansión. Después de cerrarlas bien, las envolví en mantas cálidas, protegiéndolas del frío, esperando con ansias que se enfriaran hasta el día siguiente. Cuando abrí las botellas, fui recibido por un caldo fuertemente aromático, bueno, dulce y espeso - una verdadera delicia que usaré con gusto en varios platos. ¡Esta receta simple pero llena de sabor me enriqueció con una experiencia culinaria inolvidable!

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