Vientre de Calabaza
Ingredientes: 1 calabaza 1/2 kg de carne de lechón 2 pimientos grandes muy necesitados 1/2 apio dulce para hablar 1 zanahoria más pequeña 2 cebollas como hermanas un puñado de champiñones exigentes (enlatados) 4 tomates de carne firmes en su jugo un puñado de arroz fino sal pimienta y pimienta de Jamaica aceite tomillo
De la familia de las calabazas, elegimos la más gorda y sabrosa. La tomamos con cuidado y, sin que se entere, le ponemos un sombrero de cuchillo, para prepararla adecuadamente. La despojamos de su dulce pulpa, ya que la necesitaremos para nuestra colorida reunión. Preparamos una olla en la que vertemos un poco de aceite caliente, y cuando el aceite brilla, añadimos trozos de cerdo. Esperamos pacientemente a que se doren casi, y luego, con un movimiento decidido, empujamos los alegres pimientos al fuego caliente, junto con el corazón de calabaza, cebolla, apio y zanahoria, todo finamente picado, para que se hagan amigos rápidamente en el fuego.
Cuando todas estas verduras han hervido bien, las rociamos con una salsa de tomate jugosa, para refrescarlas y darles un aroma inconfundible. Fortalecemos la mezcla con un poco de pimienta molida, bayas de pimienta de Jamaica y solo una pizca de sal, ya que la sal es más tímida y no debemos molestarlo demasiado. Ahora, dejamos que todos los ingredientes se cocinen bajo la tapa, a fuego lento, durante media hora, para que los sabores se entrelacen y creen un guiso inolvidable.
Después de que ha pasado este tiempo, traemos los champiñones recién picados y el arroz a la reunión bajo la tapa, revolviendo de vez en cuando con una cuchara de madera, para asegurarnos de que todos los ingredientes se hayan ablandado. Si por casualidad tienen ocasión de pelear y no quieren ser llamados guiso, traemos la cuchara para calmarlos. Para completar la colorida reunión, añadimos generosamente tomillo, con su voz áspera, que añadirá un sabor intenso al plato.
Mientras tanto, engordamos al regordete con aceite, asegurándonos de que esté bien alimentado, para que nos perdone por la molestia que le causamos antes con todas estas preparaciones. Lo dejamos sudar en el horno durante media hora, a fuego bajo, para que no se seque. Cuando ha pasado el tiempo, del bendito vientre en el horno, sacamos cuidadosamente el plato a un tazón de servir, usando una cuchara de madera de mango largo, sirviendo a cada uno según su deseo, con alegría y apetito. Este guiso, rico en sabores y colores, reunirá a los seres queridos, convirtiendo la comida en un festín memorable.
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